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CATARSIS

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Prólogo

«Los ángeles caídos son espíritus celestes que en tiempos ancestrales fueron dignos de coexistir junto a Dios.

Hubo algunos que se revelaron ante circunstancias que ellos creyeron injustas y otros que simplemente quisieron ostentar Su Grandeza. Lo cierto es que todos fueron expulsados del paraíso prometido por desobediencia y falta de lealtad, sin discriminación.

El ya de sobra conocido Satán formó un reino paralelo donde todos aquellos que no estuviesen de acuerdo con las normas del cielo eran bienvenidos. Allí fue donde la mayoría de estos ángeles fueron a parar, vagando entre las llamas del infierno para toda la eternidad.

¿Pero qué sucedió con aquellos ángeles desterrados que no quisieron estar ni en el cielo ni el infierno?

Cuenta la leyenda que se han dedicado a merodear entre los seres humanos desde entonces, unas veces haciendo el bien y otras el mal. Aunque una gran mayoría se dedicó a enseñar al hombre trucos celestiales que éste no debería haber sabido jamás y que no trajeron más que grandes desgracias a la Tierra al caer sobre ellos la ira de Dios.

Y así se sucedieron los años, los siglos y los milenios.

Reciben varios nombres según la cultura en las que nos hallemos, por ejemplo en la nuestra les reconocemos como demonios y se les puede encontrar con múltiples formas, en distintos lugares y situaciones.

Nunca podremos estar seguros si aquella persona que apareció en nuestra vida en un momento dado era ángel o demonio, lo que sí podemos saber con certeza es que no pertenecía a este mundo… por todo ello ten cuidado y no bajes la guardia».

Miles de escalofríos recorren mi cuerpo y un estremecimiento absoluto se apodera de mi poca cordura al leer en la pantalla de mi viejo móvil la explicación más lógica que le da Google a lo que me sucedió anoche.

—¡Ay Dios mío que voy a estar poseída por un diablo de estos! —Recorro mi habitación arriba y abajo sin poder parar, mientras me santiguo convulsivamente.

Mira que me esfuerzo en ser buena persona, en no hacer daño a nadie, siempre buscando el bien común… pues nada, me ha tenido que visitar un demonio mientras dormía… ¡a mí!

¿Y por qué a mí? ¿No hubiese sido más fácil que buscase a una mujer algo más lujuriosa que yo, o al menos con más curvas? Si prácticamente soy una monja púdica ¡solo me falta el hábito!

Lanzo el móvil con desdén sobre la cama donde momentos antes me hallaba soñando con tórridas escenas cuyos entregados protagonistas eran un hombre demasiado fogoso y una servidora, que por cierto, hace un rato de monja tenía poco.

«Voy a ducharme, pero además con agua muy fría, a ver si se me pasa este calentón del que soy víctima» pienso mientras dejo caer las dos piezas de mi escueto pijama de verano por el suelo de camino al baño.

Una vez enjabonada, mientras me enjuago con agua tibia, mis manos dejan de limitarse a limpiar la espuma de mi cuerpo para pasar a acariciar mi piel con una devoción que nunca antes había sentido. Cierro los ojos inconscientemente.

Mis dedos, de repente expertos en la materia, recorren cada curva de mi anatomía con suma destreza y entonces unos ojos de color anaranjado, muy extraños, hacen su aparición en mi mente. Los reconozco al instante, pues anoche me hicieron jadear hasta la extenuación. Saboreo cada roce, ansiando más, mucho más, pero entonces…

—¡No! ¡Déjame! —Grito, abriendo los ojos de golpe.

Observo temblorosa mis manos, que momentos antes me daban un placer exquisito, aunque involuntario. Entonces, invadida por el pánico y por algo más que me niego a admitir, salgo de la ducha despavorida.

Corro por el pasillo hasta mi cuarto, me visto con lo primero que pillo, que no es sino un vestido blanco de gasa que tenía sobre la silla, porque me lo puse el otro día y todavía no lo había colocado en su sitio. Y sin peinarme ni leches, me largo de casa a toda prisa, pegando un portazo.

«¿A que estoy poseída de verdad?» voy pensando de camino al bar.

«Lo que estás es falta de amor, es normal que sueñes con este tipo de cosas llevando tanto tiempo de sequía» me contesto a mí misma, para intentar recobrar la calma.

«Bueno, si lo peor que te hace este demonio es no dejarte ni respirar entre orgasmo y orgasmo… no es que sea tan malo ¿no?»…

Sujeto mi cabeza con ambas manos y comienzo a correr hacia el trabajo, a ver si así no pienso más.

¡Ay Jesús, ya lo que me faltaba!

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Conociendo a la autora como escritora de romántica, me resistía a leer esta biología suya, pues la fantasía no es de mis géneros preferidos, pero nunca he estado tan enganchada a un libro como con estos dos. Obra Magistral donde el tiempo presente se conjuga con el ¿pasado? ¿futuro?, saltando entre recuerdos, anécdotas, vivencias de una protagonista divertida, loca, tierna y con un sentido del honor insuperable en un mundo de caos inventado para atrapar al lector y no soltarle para descubrirse un final épico e inigualable.
Personajes variopintos que se quedan en tu retina por la maestría descriptiva de la autora y esa imaginación sin igual que caracteriza su buen hacer entre lineas con una historia como hay pocas y donde la perdida de personajes queridos en vez de entristecerte lo que hace es que valores el sentido de la amistad, del honor, del amor.
La trama, intriga, y la sin razón nos llevará por lugares fantásticos con seres increíblemente bellos y otros autenticamente malvados logrando en único fin de la Autora, entretenernos de la mejor de las maneras y como siempre, lo ha conseguido.
Totalmente recomendable esta biología para quedarnos con un sentimiento de satisfacción al leer la palabra FIN.

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